lunes, 19 de agosto de 2013

CONDUCTAS PROVOCADORAS O DESAFIANTES EN CLASE

GUÍA PARA RESPONDER ANTE LA APARICIÓN DE CONDUCTAS PROVOCADORAS O DESAFIANTES DE UN ALUMNO

 

 QUÉ HACER

  1. Considerar las conductas provocadoras o desafiantes como algo abordable con planteamientos educativos donde como adultos y profesionales tenemos la oportunidad de ejercer las mejores cualidades que como educadores poseemos.
  2. Emitirnos mensajes internos de calma (“Esta es una situación que puedo controlar”) y que eviten la activación de nuestra propia reacción colérica (“Cuidado, estoy empezando a cabrearme”, “Haga lo que haga, lo haré tranquilo”).
  3. Permanecer quietos o realizar movimientos lentos y guardar silencio durante unos segundos. Aprovechar para respirar despacio y profundamente. Mirar hacia un lugar u objeto neutro.
  4. Realizar un “movimiento o acción de transición” (Dejar un objeto en la mesa, borrar un trozo de la pizarra, por ejemplo), antes de establecer contacto ocular con el alumno. Aproximarnos a él despacio y con actitud tranquila, manteniendo una gestualidad y mirada tan neutra como sea posible. Pensemos mientras nos aproximamos mensajes como “Estoy manteniendo la calma y eso me ayuda”.
  5. Aproximarnos al alumno, recuperar el contacto ocular si lo hemos perdido y situarnos a su lado. Si puede entenderse como una muestra cordial de acercamiento, establecer un contacto físico (en hombro o codo). En caso contrario evitar los contactos físicos. Procurar lograr que el alumno permanezca sentado.
  6. Emitir mensajes cortos y claros en los que intercalemos el nombre del alumno. Los mensajes han de centrarse en que en ese momento no es posible tratar el motivo de su actitud. Plantearle que “Lo que quiera decir va a poder comunicarlo al finalizar la clase” o en un momento que pueda acordarse.
  7. Si el alumno no se controla, le trasmitiremos de un modo igualmente breve y conciso y con una actitud igualmente reposada que tiene dos opciones: calmarse y esperar a que termine la clase para hablar de lo que le ocurre o salir de clase a un lugar supervisado (que ha de estar previsto), donde permanecerá hasta que la clase haya concluido. Le pediremos que opte y actuaremos en consecuencia. Cuanto mayor es el desafío o más intensa la provocación, más serenidad y templanza conviene desplegar.
  8. Ante conductas de “complicidad” o “refuerzo inadecuado” que puedan surgir en el grupo, conviene mantener una actitud ignoradora de las mismas. Es conveniente plantearse el control de las conductas de una en una, priorizando las emitidas por el alumno que focaliza la atención de sus
    compañeros.
  9. Si el alumno, a pesar de optar por quedarse en clase reincide, actuaremos del modo descrito anteriormente, planteándole que ha de salir de clase y acudir con el profesor de guardia. Se le comunicará qué tarea ha de realizar durante ese tiempo.
  10. Si el alumno se controla, permanecer unos instantes junto a él (un par de minutos, por ejemplo) mientras retomamos la actividad. Reforzar su reconexión de forma clara pero discreta y alejarnos paulatinamente de su posición sin mantener contacto ocular ni hacer referencias alusivas al episodio desadaptado que se ha vivido.
  11. Al terminar la clase (o en el momento establecido), ofrecer al alumno un tiempo para comentar y resolver el incidente. Hacerlo en un espacio distinto al aula (neutro y tranquilo) y de forma individual. Hacerlo con talante positivo, expresando expectativas de mejora y en un tono que transmita ofrecimiento sincero de ayuda.
  12. Considerar cada reconducción o episodio resuelto como un éxito para todos y al que todos (alumno incluido) han contribuido. Sacar conclusiones que ayuden a aumentar la eficacia de este tipo de respuestas en situaciones similares.
  13. Activar nuestra alerta docente positiva hacia los comportamientos adaptativos que el alumno pueda emitir en situaciones posteriores y hacerle saber nuestras apreciaciones de un modo adecuado a las circunstancias y al estilo personal del alumno.
  14. Reforzar los logros obtenidos mediante la búsqueda o provocación de una situación compartida entre profesor y alumno (Por ejemplo, solicitarle ayuda o participación en la preparación de algo que conlleve cierta complicidad entre ambos).
  15. Reflexionar individualmente sobre qué aspectos de los mencionados hasta ahora pueden ayudarnos a mejorar nuestro estilo de relación con alumnos provocadores o desafiantes y analizar conjuntamente con otros profesionales las prácticas manejadas.

QUÉ EVITAR

  1. La idea de que el comportamiento del alumno es una afrenta personal, un ataque del que hay que defenderse.
  2. La emisión de pensamientos internos o de comentarios externos que nos activen negativamente o manifiesten que estamos “entrando al trapo”.
  3. Los desplazamientos inmediatos y rápidos hacia el alumno. Los resoplidos, suspiros u otros mensajes de irritación. Las verbalizaciones que intentan “tapar” lo que dice el alumno desafiante, los gritos o las gesticulaciones que manifiestan sobrecarga o negatividad.
  4. Las posturas y actitudes que puedan ser interpretadas como autoritarias, prepotentes o puedan indicar predisposición a la confrontación. Los mensajes beligerantes o despectivos, ya sean verbales, mediante gestos o a través de miradas. La aproximación al alumno mientras nos enviamos mensajes negativos que aumentan todavía más la tensión o calientan la situación.
  5. Hablar a media distancia o desde lejos. Elevar el volumen de voz. Imprimir un tono hostil a nuestros comentarios. Mantener conversaciones en posición frente a frente, con el alumno de pie o deambulando por el aula.
  6. El uso de alusiones al alumno mediante pronombres o referencias impersonales. Centrar nuestros comentarios en las conductas inadecuadas manifestadas por el alumno. Entrar en discusiones, autojustificaciones o reprimendas públicas…
  7. Perder los nervios como consecuencia de un comportamiento insistente o sobredramatizado. Acompañarnos en nuestra acción reconductora de mensajes perjudiciales como “¡Hasta aquí podíamos llegar!, “¡Ahora sí que te vas a enterar!, “No te voy a consentir que te pases de esta manera!”.
  8. Querer controlar varios “frentes” a la vez y prestar atención a las conductas inadecuadas emitidas por otros alumnos en ese momento. El uso de comentarios amenazantes, de aplicación de medidas disciplinares para el grupo o cualquier otro comentario que en ese momento pueda convertir al
    resto de los alumnos en una caja de resonancia de las conductas provocadoras emitidas por el alumno.
  9. Hacerle salir de clase sin garantía de supervisión y sin tarea a realizar, o considerar la simple expulsión de clase como medida suficiente.
  10. Mencionar de forma explícita o implícita el episodio que se ha vivido en ese momento, ya sea en grupo o individualmente con el alumno, si éste se ha reconducido.
  11. La no realización del encuentro anticipado o llevarlo a cabo de manera apresurada o superficial. Considerar esa situación de diálogo como una pérdida de tiempo y no como una ocasión para el acercamiento.
  12. La vivencia de la situación resuelta como “Un pulso ganado” que haga sentir al alumno que no sólo no forma parte de la solución sino que sigue siendo un problema latente. El uso de mensajes proféticos o agoreros que transmitan la idea de que “Sabemos que esto volverá a suceder”.
  13. La muestra de una actitud indiferente o autodefensiva que pueda suponer un desencadenante de nuevas tensiones.
  14. La activación de una alerta negativa que nos lleve a disponernos de manera fiscalizadora con el alumno, de ir “a la caza”.
  15. Obcecarse en que el problema no tiene solución, que el alumno es “un caso perdido” y no centrar nuestra atención en los elementos de cambio que, por pequeños que parezcan, pueden estar a nuestro alcance. Pensar que la situación no merece, al menos, una revisión serena y compartida.

RESUMEN SOBRE QUÉ HACER

  •  Mantener la calma, controlar interna y externamente la situación. Cuidar nuestros mensajes verbales y gestuales. Controlar nuestro diálogo interno.
  • Ofrecer siempre una actitud reconductora que contemple la posibilidad de que el alumno puede readaptar su conducta.
  • Compaginar la aplicación de un protocolo coordinado entre el profesorado ante situaciones críticas con la apertura de momentos para el diálogo personal entre el profesor y el alumno afectado, ya en frío.
  • Perseverar en la aplicación de los acuerdos aún cuando los resultados iniciales no sean del todo alentadores. Compartir las dudas y los posibles desánimos con el resto de profesionales afectados. Evaluar y ajustar las pautas a seguir cuando eso sea necesario.
  • Tener presente que el avance depende en gran medida de cómo actuamos en las situaciones en las que no logramos una reconducción inmediata o en las reincidencias. Ahí debemos extremar nuestra actuación más controlada y aumentar nuestra autoexigencia técnica.

 RESUMEN SOBRE QUÉ EVITAR

  • “Entrar al trapo”, caer en la provocación y facilitar con nuestra respuesta que el alumno alcance su objetivo de descompensarnos, ponernos en evidencia o romper el clima de trabajo.
  • Mostrar una actitud exclusivamente sancionadora que haga apoyar la dinámica basada en el castigo como único recurso.
  • Actuar de manera improvisada y variable sin considerar la respuesta que otros profesores pueden estar dando.
  • “Tirar la toalla” al no lograr resultados rápidos y evidentes. Abandonar la actuación consensuada sin evaluarla ni ajustarla.
  • Echar por la borda el esfuerzo realizado en una situación que ha exigido un fuerte autocontrol reaccionando finalmente de forma descompensada y mandando el mensaje de que el alumno finalmente ha alcanzado su objetivo de “sacarnos de nuestras casillas”.
CENTRO DE RECURSOS DE EDUCACIÓN ESPECIAL DE NAVARRA
EQUIPO DE CONDUCTA

1 comentario:

@salvaoret Salva Barrientos dijo...

Muy buena aportación, con contenidos que ya conocía pero que siempre es bueno recordar o ampliar. En primaria no tenemos conductas desafiantes tan complicadas o elaboradas como en ESO, pero siempre ocurren cosas que pueden llegar a "sacarnos de las casillas", hecho que evidentemente no ha de llegar a producirse.