viernes, 14 de febrero de 2014

LEER EN EL HOGAR

 Leamos en voz alta a los niños

La lectura en voz alta conlleva grandes beneficios tanto para quien lee como para quien escucha. Sintetizamos algunos de estos beneficios:

1.   Contar cuentos a los niños hace que los niños se vuelvan más reflexivos en relación con lo que sus padres u otros adultos  les están explicando a cerca de cualquier situación o  comportamiento.
2.  Los cuentos ayudarán  a los niños a vencer sus propios temores.
3.  Facilita que los niños ejerciten su memoria  desde edad temprana.
4.  Les transmite tranquilidad. De hecho, es muy habitual contar cuentos en voz alta para  que los nños puedan conciliar el sueño, puedan dormir de forma tranquila y durante toda la noche.
5.  Los cuentos son una de las bases para el desarrollo intelectual del niño, ya que si se le lee estas historias cuando todavía no han aprendido a leer, con el paso del tiempo van a entender  diferentes temas con rapidez.
6.  El hecho de compartir los momentos de lectura con sus mayores, hace que los niños se sientan más queridos, porque alguien les está dedicando su tiempo.
7. Despierta en los nños la imaginación, la curiosidad y hace que se desarrolle su capacidad crítica ante lo que escuchan, y después leen.
8. Cuando los niños aprenden a escuchar, mejoran su capacidad de expresión. Además adquieren mayor vocabulario que les va a permitir expresar mejor sus ideas y sus sentimientos. Estas habilidades van a ser fundamentales para su desarrollo a lo largo de la vida.
9. Leer a los niños les va a animar a leer por sí mismos.
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jueves, 6 de febrero de 2014

PAPÁS, OS QUIERO!

 GRACIAS MAMI Y PAPI



Cuenta una historia que unos padres entregaron unas monedas a su hijo. No se sabe cuántas eran ni tampoco si estaban hechas de oro, de plata o de cobre. Y el joven, indignado, les gritó: “¡Estas no son las monedas que me merezco! ¡Qué injusticia!”. Seguidamente pegó un portazo y salió de casa de sus padres con el corazón inundado de dolor.
Durante años, la lucha, el conflicto y el sufrimiento marcaron la vida de aquel joven. Sin monedas se le hacía muy difícil vivir. Por eso decidió ir a buscarlas a otra parte. Creyó que aparecerían al iniciar una relación de pareja. Poco después se casó, pero ni rastro de las monedas. Más tarde tuvo su primer hijo. “Seguro que las tiene él”, pensó. Un par de años más tarde confirmó que no era así. Movido por su tozudez, tuvo un segundo hijo. Pero las monedas tampoco estaban ahí.
Casado y con dos hijos, no conseguía llenar su vacío. Su vida carecía de sentido. Y seguía sufriendo. Hacia los cuarenta años, el protagonista de esta historia decidió buscar un terapeuta. Tras un profundo proceso de autoconocimiento, finalmente se liberó del dolor y por fin vio con claridad dónde estaban las monedas. Con lágrimas en los ojos, volvió a casa de sus padres, pidió disculpas y les agradeció todo lo que habían hecho por él. Y entre abrazos les pidió que, por favor, le devolvieran las monedas: “Ahora sé que son las que necesito para ser feliz y seguir mi propio camino”. Al salir de casa de sus padres y despedirse cariñosamente de ellos notó cómo la lucha, el conflicto y el sufrimiento comenzaron a despedirse de él. En el momento en que aceptó, tomó y agradeció las monedas de sus padres, se reconcilió consigo mismo y con la vida.
Este cuento, inspirado en el libro ¿Dónde están las monedas?, de Joan Garriga, ilustra el camino que todos podemos elegir para resolver parte de nuestros conflictos internos. No en vano, la sombra de papá y mamá es alargada. Y esconde alguno de nuestros peores temores y se nutre de las heridas que más nos cuesta curar. De ahí que muchos adultos se hayan distanciado emocionalmente de sus padres.
Debido a nuestra falta de madurez, los hijos solemos culpar a nuestros progenitores por el tipo de inseguridades, carencias y frustraciones que arrastramos desde la infancia y que se acentuaron durante la adolescencia. Y en definitiva, les negamos nuestro cariño porque ellos no nos quisieron como nos hubiese gustado. Sería maravilloso que todos los padres amaran a sus hijos como estos necesitan. Pero no es así. ¿Cómo nos van a querer nuestros padres si no saben apreciarse a sí mismos?
Nuestros padres y madres, antes de esa condición, son seres humanos. Y tienen sus propias heridas. Nos quejamos de nuestra mochila emocional cuando en general ellos cargan con una maleta bastante más pesada. Nuestros progenitores lo han hecho lo mejor que han sabido. Esta es una lección de la vida que muchos aprendemos demasiado tarde. Normalmente cuando nos convertimos en padres y comprendemos lo desafiante y agotador que puede ser educar a un hijo. De pronto recordamos que de un día para otro dejaron de ser los protagonistas de sus propias vidas.
Emanciparse emocionalmente de nuestros padres consiste en cortar definitivamente el cordón umbilical que nos mantiene atados a ellos. Depender de su aprobación dificulta que seamos libres para seguir nuestro propio camino en la vida. No en vano, convertirse en una persona adulta implica haber resuelto nuestros traumas de la infancia. El hecho de que sigamos en guerra con nuestros progenitores pone de manifiesto que seguimos sin sentirnos en paz con nosotros mismos. Por eso se dice que la adolescencia se sabe cuándo empieza, pero no cuándo termina.
Dejar de esperar algo de nuestros padres, incluyendo que nos acepten, que nos apoyen y que nos quieran. Así es como empezamos a aceptarnos, apoyarnos y querernos, fortaleciendo la autoestima y confianza en nosotros mismos. El indicador más fiable de que hemos conquistado la madurez emocional es que estamos agradecidos por todo lo que hemos recibido de nuestros padres. O, mejor dicho, por el aprendizaje derivado de cómo se han relacionado con nosotros. Es cierto que hay hijos que han heredado falta de afecto, malos tratos e incluso deudas. Sin embargo, el viaje de la emancipación implica comprender que en cada problema o adversidad se esconde un aprendizaje oculto, que es precisamente el que necesitamos para conocernos y saber verdaderamente para qué estamos aquí.
Al comprender y perdonar los errores de nuestros padres, nos liberamos de ellos. A partir de entonces, al mirar hacia atrás solo vemos gratitud. Y cada vez que caminamos hacia delante, nuestro corazón se llena de confianza. El primer paso para transitar esta senda consiste en cuestionar la manera en la que hemos interpretado nuestra historia familiar. Y seguir cuestionándola hasta que consigamos poner en orden el lugar de donde venimos, aceptando, valorando y agradeciendo de corazón las monedas que en su día nos entregaron.

Autor y fuente: Borja Vilaseca - elpais.com
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lunes, 3 de febrero de 2014

LA IMPORTANCIA DEL JUEGO EN EL AUTISMO

CARACTERÍSTICAS DEL JUEGO ENTRE NIÑOS CON AUTISMO Y SUS PADRES

 


Los niños con autismo suelen usar los objetos de forma repetitiva sin lograr desarrollar un juego creativo y simbólico. Estas dificultades en el juego se manifiestan también otras áreas donde lo “simbólico” es importante, como el lenguaje, las emociones y el desarrollo cognitivo y el comportamiento social. Por lo tanto, las intervenciones deben incluir tanto el desarrollo del juego simbólico como el del juego social.
Un padre u otra persona que entiende la capacidad de juego actual del niño, que lo acompaña en sus intentos por jugar y ofrece oportunidades para ampliar y elevar el nivel del juego puede lograr interacciones de juegos eficaces con él.
En las interacciones terapeuta -niño, aunque el método de enseñanza es aún objeto de debate (directiva vs no directiva), se han identificado una serie de características de las interacciones eficaces tales como: establecimiento de la atención conjunta, imitado de las acciones del niño, una estimulación apropiada y la atención correcta de la estructura del ambiente. En las interacciones entre padres e hijos, la relación entre los participantes se destaca con la capacidad de respuesta contingente, la sensibilidad, la calidez, el cuidado, los niveles adecuados de estimulación y previsibilidad por estar relacionados con los resultados más positivos para los. No obstante, los aspectos constructivos de interacción entre padres e hijos son similares a los descritos en las interacciones terapeuta – dirigidas. Sin embargo, cuando se trata de trastornos del espectro autista, recurrir a la enseñanza didáctica orientada o las interacciones que no se equilibran entre el adulto y el niño puede reducir las interacciones mutuamente sostenidas.
En el autismo la coordinación de la participación social se convierte en una de las estrategias más difíciles y los padres se vuelven más IMPORTANTES. Los padres de niños con autismo pueden tener más dificultades para alcanzar experiencias de juego divertidas e interacciones productivas debido a las limitaciones del  niño. Los niños con autismo tienden a centrar su atención por completo en el objeto sin la participación de otra persona en su juego. Además, los niños con autismo suelen tener un nivel de juego por debajo de su nivel cognitivo y lo que dificulta saber a qué pueden/quieren jugar. Los padres de niños con autismo tienden a jugar en un nivel demasiado alto de juego resultando períodos más cortos de conexión.
Un área que ha recibido relativamente poca atención se refiere a las estrategias específicas de los padres que sustentan la participación en el juego y las interacciones de juego conectadas. Una interacción entre padres e hijos, que incluye episodios de juego sostenido es fundamental para el desarrollo en los niños con autismo.
En general, los resultados de este estudio sugieren que cuando los padres dirigieron y sugirieron menos, pero jugaron en o justo por encima del nivel de juego del niño, la atención conjunta se sostuvo por períodos más largos. Para tener éxito, los padres deben ser conscientes del nivel en el que sus hijos están jugando, lo que puede estar por debajo de lo esperado para la edad cronológica del niño y la edad mental. Imitar las acciones del niño pueden extender la duración de la interacción. Por lo tanto, estas estrategias particulares son importantes para la aplicación de las intervenciones tempranas con los padres y sus hijos con autismo.
Aunque este estudio tiene ciertas limitaciones ( por ejemplo, los niños que participaron ya tenían un tratamiento muy intensivo) se suma a una creciente literatura sobre la importancia de las estrategias parentales específicas para facilitar el juego y la participación de los niños pequeños con autismo. Estos datos también deben ser útiles en el diseño de intervenciones específicas para las intervenciones eficaces mediada por los padres de los niños con autismo.

Modificado de:  Freeman S., Kasari C. (2013) Child interactions in autism: Characteristics of play Parent. Autism 17: 147 DOI: 10.1177/1362361312469269
On-line: http://aut.sagepub.com/content/17/2/147
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NIÑOS AUTÓNOMOS

ENSEÑAR HÁBITOS DE AUTONOMÍA

¿Por qué es importante?
  • El desarrollo de la autonomía personal es un objetivo prioritario en la educación de un niño. Un niño autónomo es aquel que es capaz de realizar por sí mismo aquellas tareas y actividades propias de los niños de su edad y de su entorno socio cultural.
  • Un niño poco autónomo es un niño dependiente, que requiere ayuda continua, con poca iniciativa, de alguna manera sobre protegido.
  • Los niños con pocos hábitos de autonomía, generalmente presentan problemas de aprendizaje y de relación con los demás. De ahí la importancia de su desarrollo: normalmente cuando progresan en este aspecto, también lo hacen en su aprendizaje y relación con los demás
¿Qué hábitos enseñar?

Como norma general todo aquello que el niño pueda hacer solo, siempre que no entrañe peligro, debe hacerlo él mismo. También es válido como criterio enseñar aquellos hábitos que tienen adquiridos la mayoría de niños de una edad.
Como guía, pueden servir los siguientes hábitos que están expuestos de menos a más en distintas áreas:
  • Higiene: Todo lo referido a la higiene y autocuidado personal: por ejemplo: control de esfínteres, lavarse las manos sólo, cepillado de dientes, el baño, lavarse la cabeza, peinarse, usar los productos de higiene?
  • Vestido: Todo lo que se refiere al uso de las prendas y su cuidado: ponerse distintas prendas (pantalones, calcetines, abrigos, zapatos, cremalleras, botones?), guardarlas en el lugar adecuado, elegir la propia indumentaria.
  • Comida: Relacionado con la conducta alimentaria: Comer solo, uso de los distintos instrumentos, respetar unas normas básicas de educación en la mesa, prepararse una merienda?
  • Vida en sociedad y en el hogar: Son hábitos referentes a la relación con los demás, el uso de algunos servicios comunitarios y la conducta en el hogar: van desde saludar a la gente conocida, escuchar, pedir por favor y dar las gracias; respetar turnos en juegos, pedir prestado, conocer los lugares para cruzar la calle, evitar peligros (enchufes, productos tóxicos), ordenar sus pertenencias, usar el teléfono, comprar, usar el transporte público o disfrutar de servicios de ocio (ir al cine).
¿Cómo se enseña?
La mayoría de los niños funcionan muy bien con rutinas, luego lo ideal será conseguir que esos hábitos se conviertan en rutinarios. Con una práctica adecuada, los hábitos se adquieren de 20 a 30 días.
1º Decidir qué le vamos a exigir y preparar lo necesario
  • Lo primero es decidir lo que razonadamente le vamos a exigir, evitando pensamientos como: "prefiero hacerlo yo, lo hago antes y mejor". Comenzar cuanto antes.
  • Que le exijamos algo adecuado a su edad.
  • Hacedlo siempre y en todo lugar: todos los días.
  • Todos a una: no vale: "con papá tengo que hacerlo, pero con mamá no".
  • Preparad lo necesario: si le vamos a exigir guardar sus juguetes, hay que prepararle un lugar adecuado.
2º Explicarle qué tiene que hacer como
  • Hay que explicarle muy clarito y con pocas palabras qué es lo que queremos que haga, dándole seguridad: "Desde hoy vas a ser un chico mayor y te vas a lavar la cabeza tú solito, sé que lo vas a hacer muy bien".
  • Enseñadle realizándolo vosotros primero.
  • Pensad en voz alta mientras lo hacéis: "Primero me mojo bien la cabeza, después me echo un poco de champú en la mano?"
  • Aseguraos de que comprende las instrucciones: pedidle que os la repita.
3º Practicar
  • Ponedlo a practicar. Al principio hay que ofrecedle muchas ocasiones de práctica.
  • Recordadle los pasos de lo que tiene que hacer: "Primero mojarte la cabeza, después el champú?"
  • Elogiadle los primeros avances.
  • Poco a poco disminuir la ayuda.
  • Las prisas no son buenas: preparad el tiempo necesario, al menos al principio.
4º Supervisar
  • Hay que revisar cómo va realizando lo que se le encomienda. Si un niño está aprendiendo a peinarse tenemos que revisar que ha quedado bien.
  • Elogiar y valorar su realización. Si no está del todo bien, decidle en qué puede mejorar.
Y si no quiere
  • Valorar si no quiere porque no está a su alcance o por comodidad.
  • Por lo general si se lo ofrecemos como un privilegio ("Ya eres mayor?") lo aceptará mejor que si lo hacemos como un mandato sin más.
  • Si no lo hace por comodidad, decidle que ya es mayor, que debe hacerlo por sí sólo e ignorar las quejas.
  • Si todavía se sigue negando podéis adoptar varias medidas: sufrir las consecuencias (por ejemplo si no quiere prepararse la merienda), retirarle algún privilegio (algún juguete o actividad) o utilizar la sobrecorrección: practicar y practicar la conducta adecuada.
FUENTE: JUNTA DE EXTREMADURA CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN CIENCIA Y TECNOLOGÍA
Dirección Provincial de Badajoz
Equipos de Atención Temprana
Grupo de trabajo EATs, Curso 2003/04
C.P.R. Mérida
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