jueves, 7 de abril de 2016

PONER LÍMITES A LOS NIÑOS





No poner límites a los niños los debilita en vez de fortalecerlos

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¿Qué hacemos por nuestros hijos en la etapa en la que creemos que nos necesitan menos?", pregunta la psicóloga Maritchu Seitún de Chas, en el arranque de Latentes, su último libro. En los últimos años, sus obras sobre crianza se han vuelto un verdadero fenómeno editorial. Cada vez más colegios e incluso empresas la invitan a dar charlas sobre algo que parece haberse convertido en la gran incógnita de la nueva generación: ¿cómo criar hijos confiados, seguros, creativos y con pensamiento libre, pero a la vez que hagan caso a lo que les decimos los padres? En las últimas décadas, dice Seitún, los paradigmas de crianza han oscilado entre el autoritarismo y la permisividad absoluta. "Venimos de una época en que poner límites equivalía a frustrar a los chicos. No había que hacerlos esperar, o dejarlos enojar o permitir que sufran. Hoy nos dimos cuenta de que ese paradigma los debilitaba en lugar de hacerlos fuertes. Ahora, como sociedad, nos encontramos buscando un modelo intermedio", reconoce.
-¿Por qué se los llama latentes?
-Sigmund Freud llamó latencia a la etapa en la que los chicos se desentienden de la sexualidad. Habiendo superado la etapa edípica alrededor de los seis años, el interés por la sexualidad queda entonces "latente" hasta la pubertad, por eso los psicólogos llamamos latentes a los chicos en edad de escolaridad primaria.
-A partir de los seis años, ¿los chicos nos necesitan menos como padres?
-Durante los primeros cinco años cuidamos y acompañamos mucho a nuestros hijos, les enseñamos muchas cosas que a los seis se van consolidando en ellos, empezamos a verlos más independientes en muchos aspectos: se bañan, se visten y comen solos, se entretienen con hermanos, primos o amigos, los acompañamos a la cama pero se duermen también solos, ya no nos requieren tanto todo el tiempo ni tan físicamente. Empiezan a pasar más tiempo afuera de casa: en el colegio, haciendo deportes en el club, jugando en la vereda, en casa de amigos. Y ya no necesitan esa vigilia, ese seguimiento permanente, esa marca "hombre a hombre" de los primeros años.
-¿Qué está en juego en esa etapa?
-Habiendo fortalecido la confianza en sí mismos y en sus recursos, y habiendo consolidado la confianza en el vínculo con sus padres, es una etapa de enormes aprendizajes en todas las áreas: intelectual, emocional, social, motriz y deportiva. Todas sus energías están puestas en aprender, jugar, hacerse amigos...
-¿Hablar de límites en la crianza es un paradigma del pasado?
-Todo lo contrario: hemos vuelto a hablar de límites después de una época en que parecía que no había que ponerlos ni tampoco frustrar a los chicos ni hacerlos esperar, enojar o dejarlos sufrir. Lo hicimos porque nos dimos cuenta que ese paradigma los debilitaba en lugar de hacerlos fuertes. Pasamos de un modelo autoritarito y arbitrario con límites excesivos a otro opuesto, el permisivo, falto de límites, y hoy nos encontramos buscando un modelo intermedio que tome lo mejor de cada uno de esos modelos.
-Hoy la sociedad anima a los más chicos a que dejen pronto de ser niños. ¿Por qué?
-No puedo encontrar otra razón que la de invitar al consumo, porque, sabiendo como sabemos que todo va a llegar, no hay ninguna necesidad de apurar su crecimiento; esa etapa de infancia en la que se saben cuidados por sus padres, es muy valiosa para aprender, jugar, pasarla bien, practicar habilidades, tranquilos de que papá y mamá se ocupan. Hay otro grupo de niños que se ve obligado a dejar de serlo por cuestiones socioeconómicas: porque tienen que ayudar a sus padres y ocuparse de su supervivencia mucho antes de estar preparados para ello. Ojalá el Gobierno y la sociedad logren, trabajando en equipo, que esto deje de ocurrir en nuestro país.
-Se dice que ahora la adolescencia empieza en las niñas a los ocho años, que los ocho son los nuevos doce. ¿Es cierto?
-La pubertad física se ha ido adelantando pero no hasta ese punto, rara vez una niña de 12 empieza su desarrollo puberal y menos todavía los varones. Encuentro niños que se creen adolescentes y en realidad son niños a quienes les han faltado límites, no tienen clara la autoridad de los adultos y se portan como si fueran más chiquitos con berrinches, malos modos y peores respuestas, no como adolescentes, aunque sus padres prefieran creer que es una adolescencia adelantada.
-Entre tanto cambio de paradigmas, ¿estamos un poco desorientados los padres de las nuevas generaciones?
-Puede ser que estemos desorientados, es cuestión de investigar un poco y tomar una postura personal. Pero además creo que no hemos tomado conciencia de que la sociedad como tal ha dejado de educar a nuestros hijos, cosas que sí ocurría en las generaciones anteriores en la que muchos adultos eran referentes, ponían límites, educaban. Abuelos y otros familiares, personal docente y no docente de los colegios, los vecinos. Todos cumplían un rol social en la formación de los niños. Hoy hasta nos enojamos con las maestras cuando se atreven a hacerlo, sin darnos cuenta de que nos quedamos muy solos con una tarea compleja.

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